Blanca Varela (Agosto de 1926 – Marzo de 2009)
Una de las poetas más importantes de Latinoamérica, formaba parte de la generación peruana de poetas denominada del 50´. Comienza su quehacer literario al ingresar a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos donde conoce a muchos poetas e intelectuales que ella admiraba como Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson y a quien fuese tiempo después su esposo, el pintor peruano Fernando de Szyszlo. Datos de su familia, infancia y adolescencia se encuentran muy bien documentados en los últimos libros dedicados a ella, que en los últimos años han ido en aumento como parte de un reconocimiento extenso y creciente.
Tras casarse con De Szyszlo, viajó junto a él a París (1949) donde tuvo la oportunidad de conocer a múltiples figuras intelectuales y artísticas de su época. París era el lugar de la post guerra pero a la vez el espacio para una nueva sensibilidad y una nueva razón, aquella ardiente razón propia del mágico surrealismo. Allí conoció a Octavio Paz, quien les tendería puentes a otros importantes escritores como, por ejemplo, Julio Cortazar; aunque fuera siempre Paz quien le sirviera de guía. Su relación con la poesía, como camino y forma de ser, se ve influenciada fuertemente al vincularse a figuras como André Bretón, Jean Paul Sartre o Simone de Beavior.
Fue Octavio Paz -como cuenta Giovanna Pollarolo en su pequeña pero amena introducción a la edición de una selección de cuatro de sus poemarios hecha por el Instituto Nacional de Cultura (INC)- quien algunos años después decidiera publicar el primer libro de poesía de Varela. La poeta tenía en mente para éste el título “Puerto Supe” -aquel puerto en la provincia limeña de Barranca a 200km de la capital donde ella había pasado varios veranos de su infancia y adolescencia-, a lo que Paz contestara con la objeción: ¡Muy Feo! La reacción de Varela sería entonces la palabra final: “Pero Octavio, ese puerto existe.” Y así se tituló: “Ese puerto existe”, tras la conformidad de Paz.
Después de este primer libro, Varela publicaría “Luz de día” (1963), “Valses y otras falsas confesiones” (1971), “Canto Villano” (1978); siempre animada por sus amigos más cercanos y renuente a la publicidad y a la “fama”. El Fondo de Cultura Económica (México) reuniría tiempo después los poemarios publicados hasta ese momento bajo el título “Canto Villano” (1986) y diez años después lo reeditaría con el añadido de otros dos libros más; “Ejercicios Materiales” y “El libro de Barro”. Para el año 2000 aparecería su último escrito “El falso teclado”.
Se podría decir que por las influencias de surrealistas y existencialistas la poesía de Blanca Varela es una que no sólo tiende a la ruptura (como las dos corrientes antes mencionadas lo hacen) con la tradición, sino que para ella esa ruptura se despliega en un rehusarse a caer en la repetición de un estilo o una retórica que la hundan en lo fácil o vacío de las palabras “correctas”. Con eso, su visión es siempre personal así como sus preguntas e imágenes de lo que difícilmente puede ser dicho con palabras. La vida y su finitud, esperanza y sinsentido, tiempo y vacío es a lo que su poesía puede enfrentarnos si nos adentramos en la naturaleza humana a la que ella invita, sin ninguna promesa necesariamente feliz. Como dice G. Pollarolo, Blanca Varela: “No escribe para complacer ni para agradar ni para obtener reconocimiento u homenaje” (Cfr. Pollarolo 2005: 19). Y, a pesar de eso, entre los reconocimientos más importantes que le han sido concedidos últimamente cuentan:
- Premio Octavio Paz (México – 2001)
- Premio Federico García Lorca (España - 2006)
- Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (España – 2007)
- Medalla Gran Oficial del Congreso de la República del Perú (Perú – 2007)
Pero, tanto así como el surrealismo le dio nuevos aires y amplió toda posible imagen de la realidad, surrealismo que influenciara en ella de manera directa (además de la estadía en Francia y la relación con sus poetas y pensadores) a través de sus maestros E. A. Westphalen y César Moro, su contacto con José María Arguedas le reveló la herida que todos los peruanos tienen por el hecho de serlo, aquella oscuridad y aquella promesa que constituyen la identidad escindida entre dos mundos y sin mundo (el problema del mestizaje – que todos somos – y la exclusión histórica del indígena), como la misma Varela dice: “A él le debe mi poesía no la forma ni la intención inmediata, sino su paisaje más profundo, algo semejante a la sangre o a las raíces” (Cfr. Dreyfus/Silva-Santisteban 2007: 24).
De esta manera, la poesía de Blanca Varela muestra no sólo un manejo y un juego con las palabras y el lenguaje que nos impele a profundizar, sino que sobre todo, por la complejidad de su propia mirada, permite múltiples registros y dimensiones por donde abordar e investigar esa misma profundidad, que puede ser la búsqueda de la verdad que duele, pero que se presenta como lo más concreto en la duda y en la poesía.
De esa pluralidad de posibilidades nació uno de los últimos libros publicados por el Fondo Editorial del Congreso del Perú, que es un conjunto de ensayos y estudios críticos sobre la poesía de Blanca Varela, homenaje a su vez, a una poeta: “Nadie sabe mis cosas, reflexiones en torno a la poesía de Blanca Varela.” (La bibliografía, dicho sea de paso, es hoy en día muy amplia y permite, una vez leída su poesía, desarrollar muchos de los temas identificados por la crítica en su literatura o vida).
Será cuestión ahora de leerla y seguir, a través de uno de los posibles caminos, alguno que nos acerque más a aquello que su palabra pueda evocar.
Bibliografía:
Dreyfus/Silva-Santisteban, Mariela/Rocio
2007.
Nadie sabe mis cosas. Reflexiones en torno a la poesía de Blanca Varela. Perú: Fondo Edit. Del Congreso del Perú
Muñoz, Olga
2007.
Sigiloso Desvelo: La poesía de Blanca Varela. Perú: Fondo Edit. PUCP.
Varela, Blanca
2005.
El libro de barro y otros poemas. Perú: Instituto Nacional de Cultura.